Hace unos días viví una presentación memorable con mi grupo. Durante las primeras 11 semanas del semestre, uno de los dos proyectos de los alumnos consistió en un ejercicio que fue más allá de la creatividad: implicaba coraje y mucha introspección. Cada estudiante emprendió una búsqueda interior para identificar un momento de su vida en el que sintieron que alguien les arrebató el amor propio. A partir de ese dolor, eligieron un objeto simbólico: algo que representara aquello que los ayudó a reconstruirse. No lo compraron. Lo crearon con sus propias manos.
Una vez teniendo claro lo anterior, decidimos que la campaña (ficticia, por supuesto; un mero ejercicio académico) la construiríamos para la marca Pandora. El slogan fue “Tu amor propio es una joya en construcción”. Los alumnos escribieron una historia usando la estructura de Vladimir Propp —sí, el mismo que analizó cuentos rusos para identificar sus funciones narrativas esenciales— y prepararon un pitch de 4 minutos para contar su historia ante algunos invitados especiales de la Licenciatura en Publicidad y Comunicación Estratégica del Iteso.
Uno a uno, fueron sumando sus objetos (como si fueran los famosos “charms” de la marca), hasta formar una gran pulsera Pandora. Una pieza colectiva que no solo representaba una campaña, sino sus heridas, sus resiliencias, sus reconstrucciones.
Fue potente. Fue íntimo. Fue publicitario. Otro de los resultados fue la creación de una plaquette que incluía el cartel publicitario y la historia Propp de cada estudiante, 25 mandamientos del amor propio y una playlist con canciones elegidas por el grupo, alineadas al concepto de la campaña. Verdaderamente amo lo que hago.
La creatividad no está separada de la vida. Está hecha de ella. Y para ser buenos comunicadores estrategas que trabajarán con el alma para otros, primero hay que conocerse bien a sí mismos y ponerle alma a la propia búsqueda. Gracias a cada alumno por su entrega. Y gracias al storytelling por darnos una forma de volver a conectarnos desde el amor.
